viernes, 28 de septiembre de 2012

NOS HAN DECLARADO LA GUERRA


A SUELDO DE MOSCU


Nos han declarado la guerra

35 personas detenidas que van a ser acusadas de delitos contra las altas instituciones del Estado, otras 65 heridas -28 hospitalizadas y una de ellas de carácter extremadamente grave-, agresiones y amenazas de la Policía contra periodistas identificados que estaban haciendo su trabajo, con la intención de aterrorizarlos para que no hubiera testigos, o al menos éstos no hablasen, agresiones a trabajadores que ni siquiera estaban en la manifestación, sino en los andenes del tren en Atocha yendo o volviendo de su trabajo, trato denigratorio y empujones a diputados y diputadas que estaban en la calle, en su sitio, con la gente a la que -en este caso- sí representan… ese es el balance de la manifestación pacífica del 25 de septiembre de 2012. Es decir, ayer.
La de ayer fue una manifestación simbólica, importante, masiva. Es, que yo recuerde, la primera con carácter masivo -perdonen la reiteración, pero es una idea importante- que tiene lugar en España desde 1978 en la que se cuestiona al régimen emanado de la Constitución de 1978 en su conjunto. No se trata de una protesta contra una medida concreta, ni contra un programa de acción política determinado, sino contra el propio régimen que, en opinión de los convocantes, es el que lleva -como única política posible- de manera necesaria e inevitable a la realización de políticas como las que están llevando a cabo. Estamos ante un cuestionamiento general del régimen político de 1978, y si bien es cierto que no tiene aún ni fuerza ni legitimidad suficientes como para hacerlo caer, no es menos cierto que no se puede tramitar lo que ayer ocurrió en el centro de Madrid con simple represión, insultos desde el Gobierno y desprecio político.
Ayer se rodeó el Congreso de los Diputados: la Puerta del Sol, la calle de Alcalá hasta Cibeles, el Paseo del Prado desde Cibeles hasta Neptuno, la Plaza de Neptuno, y la Carrera de San Jerónimo hasta Canalejas, estaban ayer llenas de gente reclamando una democracia verdadera. Lo comprobé yo mismo, que hice, precisamente ese recorrido, y ya bastante tarde, cuando muchas personas ya se habían ido. No sé si eso es mucha gente o no. Son más de los 6.000 que pretende Cristina Cifuentes, cuyas declaraciones hace tiempo que sobrepasaron el límite superior del ridículo. Lo que está claro es que ya no nos encontramos ante manifestaciones convocadas por grupos marginales y semidecimonónicos, como los que había antes, y que concentraban en el mejor de los casos 200 personas que ni siquiera llamaban la atención de la Policía. Nos encontramos, como mínimo ante un embrión de oposición democrática al régimen organizada, con ambición de crecer y desarrollarse, plural, pero con voluntad de tejer lazos y resolver conflictos, abierta y transparente, que usa con habilidad los nuevos medios de comunicación tanto para comunicar hacia fuera como para organizarse.
Pues bien, ese movimiento de oposición democrática al régimen debe interpretar lo que ayer ocurrió en Madrid como una declaración de guerra, porque es de lo que se trata, y actuar en consecuencia. Sin tregua, sin pausa, pero también sin prisas estériles; debemos continuar en la labor organizarnos, forjar lazos y tejer redes, reconocernos los unos a los otros, especialmente entre quienes tenemos puntos de vista diferentes sobre asuntos que nos pueden parecer importantes, pero que son secundarios frente al objetivo de dotarnos de una democracia. Medir lo que decimos y lo que hacemos, y sobre todo, estar seguros de que tenemos fuerza sufiente para ir avanzando en el camino. El Gobierno de Mariano Rajoy  y el Partido Popular han declarado la guerra a la oposición democrática al régimen de 1978. Tomemos nota…
De momento, eso es lo que quiero decir sobre el 25S. Diré más, no cabe duda -de hecho, tengo en mente un artículo largo o varios, aclarando con detalle y en profundidad mi posición sobre todo esto- pero siguiendo los consejos de ciertas personas que me conocen, prefiero no escribir en caliente, no sea que luego diga algo de lo que se tenga que arrepentir Cristina Cifuentes.

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